miércoles, 27 de enero de 2010

El sueño americano

1) Vale la pena, aunque ya lo haya hecho en alguna crítica pretérita, citar esa utópica -pero no por eso menos loable- intención de la escuela francesa de “cambiar el mundo” desde el arte. Intención tácita que Godard hizo verbo, y que sus detractores convirtieron en espada, sin comprender que la literalidad es la madre de la psicosis.

Y vale la pena porque James Cameron crea con “Avatar” una trinchera inesperada para una película de estas características. La publicitada superproducción no sólo se escuda en los recursos técnicos y visuales, sino que se permite bajar línea desde un lugar de privilegio, con un mensaje no demasiado encriptado -lo que resta puntos pero suma efectividad- en desmedro del poco escrúpulo ambiental , pero principalmente, a una política estadounidense apoyada en la invasión, justificada por un repugnante endiosamiento del capital.

Así, Pandora (el planeta de los Na`vy y uno de sus clanes, los Omaticaya) se transforma en la versión alienígena de Vietnam, Irak o Afganistán, dándole al guión un saludable aroma denuncista, que -nobleza obliga- hacen necesario reconocer que Estados Unidos es un país que ha logrado consolidar un estado de derecho con leyes individuales que permiten que este tipo de cintas salgan a la luz. No olvidemos que Avatar es una superproducción fordiana “made in Hollywood”, lo que obliga a destacar al menos, que la película se haya gestado en el mismo Estado, cuyas políticas históricas son criticadas con muy poca delicadeza, con metáforas que son más bien paralelismos. Y no es que Avatar vaya a cambiar el mundo, pero encontrar un mensaje tan corrosivo (después se podrá discutir su profundidad y tratamiento) en el mainstream, es desde el vamos una muy agradable sorpresa

2) Es una pena que el impresionante despliegue de recursos puestos al servicio de la película, no esté apoyado por un guión mejor elaborado. La cinta es por momentos previsible y peca por ser poco original por su -repito- metáforas simplonas.

No obstante, sus casi tres horas de duración transcurren céleres, el guión se desliza sobre los rieles creados por una experiencia visual alucinante, que lleva a los FX a un territorio extremo y expone diseños maravillosos que hacen honor al estilo que Cameron ya supo mostrar en películas como “Terminator” o la secuela de la maravillosa “Alien”.

Así, nos encontramos con una mitología bellísima y estupendamente diseñada que es un verdadero deleite visual. La puesta en escena es puntillosa y en su afán de impactar es exitosa. A diferencia de la otra superproducción del año, 2012, los efectos especiales no son el fundamento único de Avatar. Detrás de la vorágine digital, existe un relato que vale la pena contemplar, aunque ese carácter lineal y simplón ya mencionado no nos permita desmenuzar una pieza audiovisual compleja.

3) El reparto tiene sin lugar a dudas en Sigourney Weaver su punto más alto. La actriz destaca en su rol de científica humana como en su maravilloso “avatar”, demostrando sin exigirse demasiado porque Cameron volvió a elegirla (quién no recuerda a la avasallante Ripley) y su carisma le permite erigirse con un rol secundario, en un personaje tan atractivo como la dupla protagónica de Sam Worthington y Zoe Saldaña.

El papel principal recae en Worthington, un marine lisiado que acabará por encarnar la quintaesencia del héroe, edulcorando, aunque sea un poco, el mensaje corrosivo central de la película. Sin embargo, la condena no debe ser carcelaria, teniendo en cuenta el papel que cumple en la película (¿en la película?) un Estado impiadoso y por la conformación perfecta de estereotipos como el militar de Stephen Lang y su entorno.

En resumen: El trabajo de James Cameron es consecuente. La película evidencia una mano detallista y meticulosa, que procura no dejar detalles librados al azar y que además de generar un producto de eficacia asegurada en términos de taquilla, se convierte en una cinta que vale la pena ver. Avatar resalta en tiempos de bodrios millonarios y marca un camino a seguir en el que los resultados económicos van de la mano con cierto interés por transmitir un mensaje entre el aluvión de efectos especiales.