Alejandro González Iñarritu ha encontrado misteriosamente la manera para
brindar siempre la mejor versión de sí mismo. Desde la intempestiva
“Amores Perros” hasta la perturbadora “Biutiful” y la desesperante “21
Grams”, el mexicano ha sabido no caer en la autoindulgencia renovándose
en sus recursos estéticos y narrativos, y convirtiéndose en consecuencia
en un director ecléctico, inesperado y fascinante, aunque nobleza
obliga, de una regularidad fluctuante.
“Birdman” constituye una
apuesta elevada que resulta un pleno gracias a las soberbias
interpretaciones, el gran manejo de cámaras y el visceral trasfondo de
un guión de conceptos nítidos planteados en un tono genial.
Todos
estos condimentos la convierten en un ensayo sobre la delgada línea que
divide al arte de la cultura de masas. Un guión inteligente advierte
sobre la presencia constante en la arena artística de figuras nacidas en
el seno de las industrias culturales y sostenidas ya no por su talento
en un área determinada de las artes, sino gracias a la producción
mercantilizada que reina en un mundo global y consumista. Esa
yuxtaposición entre la concepción clásica de “lo culto” (lo artístico) y
el producto que ofrece un mercado que propone a un público que no
siempre dispone, sino que consume obediente, atraviesa como una daga la
propuesta de un cineasta que ha concluido quizás su película de mayor
estatura.
Y ese logro es también gracias a un nivel descollante
de un sorprendentemente revitalizado Michael Keaton. Al igual que su
personaje, el alguna vez actor fetiche de Tim Burton alcanza la panacea
actoral tras años de ostracismo y de la ordalía que sobrevino tras
Beetlejuice y las dos entregas de Batman. Casi autobiográfico, su
personaje se reinventa y hace de “la inesperada virtud de la ignorancia”
su escudo y su espada, armas con las que se convierte en una bestia
interpretativa.
Keaton esculpe así la figura de un actor
envuelto en una batalla interior con un pasado solapado por la
popularidad que conlleva el mainstream. En ese lugar sufre y se
reinventa al mismo tiempo. Delira epifanías creativas mientras procura
desprenderse de su condición de celebridad plástica tanto por el fuerte
anhelo personal de constituirse como un actor “serio”, alejado del
averno popular, como para obtener la aprobación de la crítica
especializada, porque el infierno son los otros, como proclama Sartre.
Iñarritu
opta por utilizar un plano secuencia llamado a hacer historia con el
que recorre la película casi en su totalidad. No obstante -y contra
cualquier pronóstico- no es un recurso antojadizo para dotar de entidad a
una historia vacía. No se trata del leitmotiv del film sino de una
herramienta que además de completar la estética de la cinta, imprime a
la narración de un tono intimista y ágil.
Con todo, el mexicano
redondea con “Birdman” una película impecable desde muchos ángulos.
Detallista hasta el nervio, logra que las expectativas puestas sobre la
obra sean cubiertas desde cada uno de sus ángulos, dando forma a un cine
de alto, de altísimo vuelo.
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2 comentarios:
Parece interesante la película, y más si es de González Iñarritu. Óptima reseña.
Genial crítica! Merecidísimo triunfo en los Oscars. Yo, personalmente, me quedé encantado también con la actuación de Norton.
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