En este país donde reina la
paradoja, donde la dicotomía gorila/fanático se lanza con la misma liviandad
con la que los partidos políticos se astillan en un centenar de pedazos incongruentes, siento que el cambio no es sino
antropológico.
Al fin y al cabo ¿Quiénes votamos
a quienes? ¿Se vota una idea? ¿O a un partido? ¿A un ideal, quizás?
Porque votamos a un radicalismo que
apoya a un peronismo que un grupo de peronistas intenta voltear. Ese
radicalismo mientras tanto es repudiado por el… radicalismo, que para no ser
menos se alía con el socialismo o con la centroderecha, que al mismo tiempo se
proclama peronista. Y en ese merengue aparece una izquierda que al fin logró
aliarse con cierto criterio y ya sea por mérito propio o por saber atrapar a
quienes no encuentran a quién realmente los represente, hace historia con muy
poco, con apenas un ápice de todas las oportunidades que todos los
anteriormente mencionados tuvieron. Con una porción ínfima de una torta
gigantesca que los glotones ya se repartieron hace rato.
Mientras tanto los que manejan la
guita, titulan con grandilocuencia vaticinando el fin de lo que no tendrá fin
para dar comienzo a algo que ya comenzó hace demasiado tiempo. O aseguran que
todo seguirá adelante y que la gesta recién comienza.
¿Cómo se regula la guita y el
poder? Parece imposible. ¡Dejen de querer tener!
Si el cambio no es interno, si no
empieza en nosotros, en cada uno, con un fuerte dolor en el plexo solar como un
indicador que nos resulte imposible ignorar, la política en este país, en este mundo,
probablemente siempre tendrá esas manchas que todos conocemos.
Seguiremos mirando el mismo cielo
que surcan aviones cargados con la falopa que trafican los ricos para que los
pobres se queden en el molde. Los camiones con bolsines seguirán transitando
indolentes las rutas del país. Una nena de 14 años morirá en el más cruel
anonimato en algún pozo infecto víctima de un aborto clandestino.
No pretendo con esto desmerecer
el trabajo militante de los diferentes partidos políticos, las convicciones y
las ideas. ¡Vaya que hace falta gente con convicciones y buenas ideas! En mi
mundo, son más que bienvenidas. Pero permítanme dibujar esta inútil señal de
alerta.
Porque si este es el camino, las
manchas de mierda que toda la clase política, sin excepción, utiliza como chivo
expiatorio para destacar las falencias de su contrincante, serán cada vez más apestosas.
Y el desencanto aún mayor. Como
el mío y quizás como el tuyo.
Transitemos el camino en el que creemos. El del candidato
que elegimos. Hagámoslo con convicción. Pero empecemos a saltar los charcos.
Ya es tiempo.
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