Así, con los
ingredientes ya conocidos da forma a una película más
que correcta, con aroma Pulp que promete un drama político,
una comedia satírica y un policial negro. El resultado es un
híbrido cuyo principal encanto radica en las buenas
actuaciones, la gran ambientación y los giros en un guión
bien concatenado.
Tras “The Fighter” y
la sobrevalorada “Silver Lining Playbooks”, el director David O.
Russell pareciera haber encontrado su once ideal, como tantos otros
directores de ese monstruo ingente y avasallante que es la industria
cinematográfica yankee.
Con Christian Bale, Amy
Adams, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper en su equipo, el director
navega aguas calmas que le permiten ser un timonel firme pero que al
mismo tiempo, no promete demasiadas sorpresas. En esta oportunidad su
mano es sólida y su narrativa ágil, todo sostenido en
un enorme Christian Bale y una Jennifer Lawrence que pide a gritos un
papel más jugado. Y es que tanto Mr. Batman como de la blonda
del momento están configurados para ser recordados cada vez
que se hable de esta cinta. Él, por el caricaturesco boceto de
un don nadie devenido en estafador maestro que resulta fascinante por
mucho más que sus vicisitudes capilares. Ella, porque encarna
su personaje más interesante desde “Winter's Bone”, una
neurótica ama de casa cuyo aburrimiento convierte en un arma
letal capaz de arruinar cualquier vida, incluida la suya propia, y
porque parece ser la única capaz de no perder el encanto
jamás, incluso aullando a Paul McCartney ataviada con guantes
de goma amarillos.
Y ante la evidencia, no
queda más remedio que admitirlo: Russell sabe como hacer que
sus personajes no pasen desapercibidos. Porque a los sobresalientes
ejemplos mencionados hay que sumar a la encantadora timadora
enamorada de Amy Adams, que recuerda por su confusión amorosa
y cierto aspecto naif oculto detrás de su impronta de femme
fatale a la Julia Roberts de “Closer”; y al insoportable agente
del FBI de Bradley Copper con su inefable patetismo a cuestas. Eso,
sumado a la oportuna aparición de Robert De Niro como el
magnate mafioso propietario de casinos, que lleva sin escalas a su
mejor etapa bajo la dirección de Scorsese hace que ese guiño
para los nostálgicos le sume puntos al trabajo terminado.
Recapitulando podríamos
decir que ese denuncismo edulcorado es tal solo porque representa una
excusa del director para exaltar las capacidades interpretativas de
sus dirigidos. Detrás está esa trama confusa de coimas
y micrófonos ocultos que decanta hacia la ficción más
absoluta y deja de profundizar en eso que en algún momento se
intentó denunciar, por lo que a pesar de la advertencia que al
comienzo de la película reza que la historia “ha sido real
en muchas ocasiones”, nos encontramos con una pieza cinematográfica
que es más bien una magistral clase de actuación de dos
horas y fracción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario