lunes, 31 de marzo de 2008

YO contra el mundo

Escuché por ahí, por casualidad, el siguiente concepto: "No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual; somos seres espirituales teniendo una experiencia humana” (1). A simple vista este es sin dudas un concepto bellísimo capaz de deslumbrar a no pocos incautos. Sin embargo voy a permitirme cierto escepticismo, al preguntarme cuanto de espirituales (o de bondadosos, puros y luminosos, si es eso lo que se intenta transmitir) tenemos los seres humanos.

Para no caer en el artilugio fácil de citar las incontables iniquidades cometidas por el ser humano a lo largo de la historia, -que a esta altura operan de manera pavloviana sobre una sensibilidad entrenada para reaccionar ante ciertas cuestiones eternamente incorrectas- quisiera prestar atención a los egos.

El motor que me impulsa a dar forma a estas a líneas, se enciende gracias al roce con ciertos personajes que todos podremos encontrar en los guiones de nuestra cotidianeidad. Basta salir de nuestras casas y establecer un contacto mínimo, casi tangencial, con nuestros pares, para así percatarnos de que al menos uno de ellos reúne las condiciones para conformar este grupo de creciente y aterrador desarrollo, que por mera comodidad y para diferenciarlo de los ególatras, llamaremos a partir de ahora “eguistas”.

El eguista se ha transformado casi en una tribu urbana, claro que en este caso, no basta con observar sus ropas para reconocerlos. Identificar a un eguista implica una inspección mucho más profunda. Será entonces necesario involucrarnos con ellos para descubrir dicha condición. Sus características no son para nada particulares, ya he dicho que es probable que todos ustedes tengan contacto diario con ellos sin haberlo advertido aún.

Un eguista es una persona que ha nacido bendecida por la gracia de cuanto Dios contemple esta existencia. Es probable que a los cinco años de edad haya leído e interpretado al Dante y a Víctor Hugo y se haya batido a duelo una docena de veces, saliendo victoriosa en cada ocasión. En su adolescencia, no ha necesitado aprender las nimiedades que supieron ofrecer sus maestros, demasiado preocupados por hallar saberes más sensatos y profundos. Comprenden la totalidad de las artes, y lanzan juicios de valor como dardos envenenados, convencidos de lo fútil de las opiniones ajenas. Comprenden a Coltrane y a Hendrix, e interpretan a Dalí o el Caravaggio con envidiable empatía. Cuestionan a Stephen King y canonizan a Shakespeare, con una seguridad anonadante, el pulso no tiembla claro, el gatillo es tan celoso que disparará casi con autonomía, soberano y sediento.

Desde luego, una semana más tarde estos apellidos podrían formar parte del mediocampo de la selección húngara de fútbol, y sería lo mismo... al fin y al cabo lo realmente importante no se encuentra ahí. Ellos saben donde se encuentra, pero es lógico, ellos lo saben todo. Y así siguen, de sabiduría hasta las orejas, y se marchan a sus casas a ver televisión. Su actividad intelectual favorita. Y Mañana seguirán opinando, claro. No necesitan aprender nada, con lo que saben es suficiente, y así lo afirman.

Un eguista no reconocerá su condición, conciente que la soberbia que le cala hasta los huesos no es una virtud y añorando hacerse de una humildad perdida en el génesis mismo de su raciocinio. Es la personificación misma de esa dualidad maniquea del Dr. Jekill y su alter ego, Mr. Hyde. La formula corre por sus venas y le permite cambiar a su otro yo maligno, o en este caso a la inversa... una paradoja deliciosa.

Yo contra el mundo. Nadie es mejor que yo. Nos hemos confundido, ya no se trata de levantar la autoestima, se trata de ponderarnos como verdaderos semidioses, incapaces de reconocer el talento o la virtud de nuestros pares. Orgullosos y envidiosos. Soberbios hasta el hastío. Se han invertido los valores, lo que otrora era humildad ha mutado en debilidad, y en este mundo no hay lugar para los débiles. Los fuertes dominan el mundo impulsados por una soberbia que ahora resulta ser inteligencia. Comemos gato por liebre, y felicitamos al chef.

Me resulta imposible encontrar razones que expliquen esta tendencia. Tal vez una sociedad cuya única propuesta da por resultado siempre una mediocridad virulenta, nos obligue a resguardarnos tras esa coraza, inconscientes de que el resultado tan sólo nos lleva por caminos cuyos horizontes son voraces precipicios.

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Nota: El título de esta reflexión deberá llevar el vocablo “yo” en mayúsculas, con las letras y colores más rimbombantes posibles, ¡siempre!

(1) La frase pertenece a Wayne W. Dyer

15 comentarios:

Anónimo dijo...

La temática de este post ya la trabajaste antes, en otro texto que me pasate una vez. Creo q es importante. A todos nos aqueja esa idea de que las otras personas parecen saberlo todo, o de que al menos ignoran su ignorancia con una soberbia que nos resulta casi inverosímil. Qué decir? Que sólo se que te quiero mucho, con soberbia o sin ella, de mi parte y de la tuya.
Alicia

Anónimo dijo...

sep y me parece mas que nada que el ser de ciudad por ejemplo al no sentirse parte de su ambinete sino mas bien deglutido por el, es que trata de diferenciarse de los demas a modo de mantener la individalidad, al pasar esto el comienza a carecer de autoestima y es por eso que se tildan de semidioses asi ocultan su pobre autoestima, bah creo

Anónimo dijo...

El infierno son los otros, proclama Sartre por boca de uno de sus personajes en la obra teatral A puerta cerrada.
El infierno son los otros. Y también el cielo, que puede estar en la mirada del otro: del que te ama, del que se complace en la visión de tu cuerpo y de tu rostro. Es la mirada buscada: «Mírame mamá», reclama el niño, ansioso de que la madre sea testigo de sus hazañas. La mirada del otro, benévola o amenazante, admirativa o asqueada, llena de deseo o cargada de rencor, es la mirada que confirma que estás vivo.

J.Gl

Anónimo dijo...

Me parece muy real la temàtica del texto, y tambièn que te centres en la misma. Es decir, que fijes tu mirada en el espectaculo cotidiano de la discusión humana, traducido en la búsqueda obstinada por tener por tener razón. Me recuerda a lo que una vez citò el filosofo Arthur Schopenhauer:"Con frecuencia creen los hombres, cuando escuchan sólo varias palabras, que se trata de hondos pensamientos"

Anónimo dijo...

CON RESPECTO A TU ENCUESTA DE LA CRISTINA: Es decir, si vamos a la semiosis interna de las posibilidades de elección que desplegás en tu encuesta, Evita no es ni lo será jamás (y quién querría serlo, solamente la boluda de Madonna quiere ser Evita). Firmenich tampoco, aunque por un pelín. Robin Hood menos, porque Robin Hood es rocanrol, y Alf menos, porque Alf es más rocanrol que Bob Esponja, aunque no sé, Bob Esponja es lo más parecido al rocanrol que he visto últimamente... Y el futbolero culeado ése puede ser, porque ella es loca y hembra mala, pero el futbolero se salva porque no maneja la plata de 40.000.000 de personas, entonces tanto daño no hace, si querés. En fin, Naturaleza Humana, o como decía mi tía, que es más optimista, Des-Naturaleza Humana. Salúd, Buen Provecho y que en su cuerpo se haga. EL REVERENDO

Natalia, dijo...

todos qeremos tener razón en algo...a mi me deja en una sensación casi d orgasmo mental ja!

puedo comparar la profundidad d mi comentario con la d un charco :)!jaja

éxitos.

Anónimo dijo...

siempre fue y sera un tema de debate, la presunta omniprescencia con la se/nos manejan/amos en algun momento de nuestras vidas...creo que forma parte de la ideosincracia popular, solo que se ve como mas potenciado en algunos casos mas que en otros...en fin...al menos 2 personas que formaron parte de mi vida responden a estos lineamientos conceptuales...por supuestom q a estos y a otros mas no mencionados...jejeje.
Saludos.

Anónimo dijo...

"cuanto sabes cuanto vales" dice el refrán, y que mejor cosa que creerse que te la sabes todas para sobrevalorarte? ahi supongo que está la cuestión. te aseguro que mas de un "eguista" sabe de su mediocridad. desdeñan lo que no comprenden. cierto profesor alardea de lo que sabe con sus alumnos y se jacta de su "madiocridad" que en realidad para el no existe. D. A.

Silvia dijo...

Yo me siento RE eguista!!
Pero sin embargo me río de mi misma, y me gusta.
Generalmente detrás de un eguista hay gente que los analiza, los envidia, los escruta y los denosta, pero que a la vez sigue observando lo que hacen.

Curioso fenómeno, Mendieta.

Silvio dijo...

Que lo parió!

Vanessa Del Cristo dijo...

Soberbia reflexión. Creo que has logrado plasmar en palabras una sensación que a menudo me producen ciertas personas con las que trato a diario y que no había logrado definir hasta ahora. Estoy segura de que muchos de los que se corresponden con esa descripción que has hecho en tu vida cotidiana pertenecen a tu profesión... Quizás sea que el panorama de las variopintas especies de periodistas que pululan por las redacciones sea homogéneo a lo ancho y largo del mundo a fin de cuentas... Al menos de esos que tú describes me encuentro yo un par cada día en ruedas de prensa y bares de periodistas... A veces incluso me he visto cayendo en el bucle de sus manías y he tenido miedo de perderme en él...

Me gusta tu blog. Gracias por visitar el mío (yo prefiero vivir como vivo que vivir con mis padres ;))

Vanessa Del Cristo dijo...

Se nota que eres periodista. Debes encontrar unos cuantos de éstos a diario. Yo también. Será cosa de la profesión, quién sabe.

Me gusta tu blog y tus reflexiones. Gracias por visitar el mío (yo prefiero vivir sin mis padres aunque viva en el desastre ;))

Un saludo

Leticia dijo...

Pierce decía que el hombre solamente puede alcanzar un conocimiento relativo de un objeto, mientras que la verdad (el objeto total) es sólo accesible para Dios.
Mucha gente se cree Dios.
Gracias por pasar por mi blog,
Leticia

Marcela dijo...

Muy buena reflexión en serio.
Yo tengo un imán para esa gente que no solo conoce todas las verdades, sino que también te dice que camino tomar para alcanzarlas y en donde podés parar por un buen café.
Creo que voy a estar consciente de que tengo cosas que aprender hasta el último día de mi vida, pero muchas veces he recibido críticas por esa actitud. La sociedad impulsa a todos a sentirse muy seguros de lo que saben para sentirse exitosos y a mostrarlo siempre que se pueda, y yo no entiendo esa actitud.
En resumen: estoy de acuerdo con tu análisis.

Anónimo dijo...

Que tema que trataste!!!...eguistas... saber, saberlo todo, saberlo todo mas que nadie???...que cubren con velo la ignoracia...que por cierto los delata...mediocres que en verdad no saben nada...saluditos